¡Qué maravilla de bizcocho! Además aprovechamos el mejor momento de las naranjas, en plena temporada, teniendo como resultado un bizcocho de un aroma inconfundible.
La mezcla de la mantequilla y la ralladura de naranja le da un toque que me encanta, por no hablar del olor que deja en casa. Si el día está lluvioso y tristón, no dudes que puede ser una opción muy top para darle la vuelta a la situación.
Es un bizcocho de naranja clásico, que tienen variaciones, como sustituir la mantequilla por aceite o incorpoporar un yogur, algo muy común pero que en este caso lo he omitido y sin embargo sí lleva zumo de naranja. En definitiva, te animo a probar varias combinaciones y decidir por tí mismo tu preferido.
INGREDIENTES
- 150 grs de mantequilla
- 200 grs de azúcar
- 300 grs de harina
- 3 huevos L
- ralladura de una naranja y su zumo
- 10 grs de levadura química
- una pizca de sal
PREPARACIÓN
- En un bol vamos a derretir «a medias» la mantequilla, es decir sin que llegue a estar líquido del todo. Esto lo podemos hacer al baño maría o en el microondas a baja potencia y en intervalos cortos.
- Añadimos el azúcar y con unas barillas mezclamos bien.
- A continuación vamos incorporando las yemas de los huevos, de una en una, separando y reservando las claras.
- Rallamos la piel de la naranja sin la parte blanca y lo batimos todo. Igualmente añadimos el zumo de la naranja.
- Con un tamiz o un colador vamos incorporando la harina y la levadura química al bol y mezclamos bien. Es importante añadir la harina de dos o tres veces, hasta que nos quede una masa espesa que no se cae del bol al inclinarlo.
- Batimos las claras que teníamos reservadas con una pizca de sal hasta que estén bien espumosas, sin que sea necesario llegar al «punto de nieve» (llamaríamos «puntas blandas» cuando se forma en los bordes unas puntitas que no mantienen la forma, con eso nos vale).
- Con una lengua de cocina vamos añadiendo las claras con movimientos envolventes, para no perder la esponjosidad de las claras. Lo hacemos de tres veces, de manera que la masa espesa que teníamos se nos convierta en una crema mucho más líquida. Es complicado explicar esos puntos de espesor partiendo de una cantidad fija de harina, pues éstas tienen una diferente absorción de líquido, por eso la experiencia que acumules en este tipo de elaboraciones te dirá si necesitas una cucharada más o una menos de harina.
- Forramos la base de un molde con papel antiadherente y pintamos las paredes con mantequilla. Vertemos la mezcla y dejamos reposar mientras se calienta el horno hasta los 190ºC.
- Horneamos 20 minutos a 190º y otros 20 a 170º (40 minutos en total). Pinchamos con un palillo largo de brocheta y si nos sale limpio sacamos el molde del horno; si sale algo manchado dejamos 5 minutos más.
- Pasados unos quince minutos (que no nos queme) desmoldamos y dejamos enfriar completamente sobre una rejilla.