Llevamos dos artículos en este blog y ambos llevan un mismo patrón en su título, una afirmación seguida de una cuestión. No está mal pero no pretendo que sea siempre así. Bueno, a lo que vamos, llevamos un tiempo, años, en los que la cocina y el mundo que lo rodea ha experimentado un auge importantísimo, con todas las repercusiones que eso conlleva, sociales y, cómo no, económicas. Hoy día un cocinero de prestigio es una persona muy valorada, fulanito ha dicho esto y lo otro, verdad absoluta si el tal fulanito es un cocinero de prestigio, en definitiva han conseguido una gran credibilidad. Lógicamente esto no se consigue así porque sí, detrás hay un inmenso trabajo y dedicación que ha llevado a la cocina actual, y particularmente en España, a un nivel de innovación que al resto de los mortales que no estamos en la brecha se nos escapa.
A todo esto, en un mundo intercomunicado donde existen multitud de canales para informar, y sobre todo para comunicar, no hay rama o disciplina que no quiera formar parte de esa comunicación. Radio, televisión, prensa, plataformas digitales, juegos o videojuegos, libros, otros que ahora se me escapen y, cómo no, internet. Todo está dispuesto para que el mensaje nos llegue por el canal que queramos recibirlo. Y la cocina llega, claro que llega, bendición. Ahora puedo atreverme a hacer unos buñuelos a la primera habiendo leído dos recetas en libros, otra por la tele, siete en internet con sus comentarios de por qué esto es mejor así y cuál no hay que hacer para no mangarla y dar al traste con los buñuelos, vamos que casi, casi voy a tiro fijo.
Bien, todo esto ayuda a ser un cocinillas, así que uno se atreve a probar otras recetas, y entonces llegamos a esos libros de grandes cocineros que quieren acercar sus recetas a la gente para “poderlas hacer en tu casa”, y de repente abres el libro para ver qué tal: Sinfonía de cantharelus cibarius del valle y pinares de “tal” salteado con mollejas de cabrito y almejas en salsa verde fluorescente con matiz fucsia de remolacha y miel de “cual”. ¡Toma ya!, perfecto, manos a la obra, necesitaremos al menos dos rotuladores, uno fucsia y otro verde fluorescente, porque la remolacha no es fucsia, aunque lo dejamos pasar, pero la salsa verde te aseguro que no es fluorescente a no ser que el perejil esté tratado con uranio enriquecido. Por cierto, después de buscar en internet qué eran las cantharelus cibarius, resulta que son setas, lo que tiene no hablar de vez en cuando el latín, que uno lo pierde. Bueno, pasamos mejor a otra receta, paso de leer el nombre y voy directamente a los ingredientes. Vaya, necesitamos goma xantana, azúcar invertido y otros tres ingredientes que no he oído hablar de ellos en mi vida y que no tengo ni idea de dónde lo venden, en el súper creo que no.
En fin, que debemos tener unos cocineros buenísimos que han encumbrado la cocina española a nivel mundial, pero esas recetas que publican “para hacerlas en casa”, la verdad…, para hacerlas en casa no son. La inmensa mayoría necesitamos otra cocina, otro nivel si se quiere, algo más comunicativo, esa es la palabra del éxito. A este respecto hay cocineros que llegan muy bien al público, y no cabe duda que quien ha entendido la comunicación en la cocina a las mil maravillas es Arguiñano, vamos que se lo ha montado de perlas. No es el único, hay otras personas dedicadas a la cocina que hacen maravillas, y de quienes muchos hemos aprendido qué es cortar la verdura en brunoise, o cómo hacer un risotto, y mucho antes las bases de un buen guiso, y muchísimas otras cosas. Y sencillamente, porque alguien nos lo ha contado bien, nos lo ha sabido comunicar.